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sábado, 25 de junio de 2016

Amistad. Viaje. Eterno.

Sí.

Aquí estamos y esto es para ti.

Sí, no nos mires así…

Concéntrate, escucha y disfruta pues en realidad no tienes a donde escapar.

Porque por muy lejos que te quieras ir, por muchas millas que te quieras alejar y por muchos aviones con los que quieras huir… Nunca podrás escaquearte de nosotros.

Y es que ya sabes… así somos.

Una plaga de ruidosos, de alocados y escandalosos.

Unos arrastra-momentos, arrastra-selfies  y arrastra-cuentos.

Unos personajes con infinitas peculiaridades.

Unos caminantes de nuestras propias libertades.

Unos amarillos provenientes de distintos planetas.

Unos aventureros sin vergüenza y con maleta.

Una maleta llena de sonrisas, de pequeños detalles  y recuerdos inolvidables.

Y es que esta maleta de la que hablo tiene algo en especial, no se trata de una maleta cualquiera pues por mucho que la llenes de cosas, nunca va a pesar más. Y con lo de cosas… no me refiero a ropa, maquillaje, tacones o bisutería… sino a sentimientos, abrazos, miradas y cosquillas. Me refiero a nombres, a ciertas personas de colores. Me refiero a singularidades del pasado; palabras pronunciadas y gritos ahogados. Una maleta llena de grandes sueños realizados, amores infinitos, ideas locas y lágrimas compartidas. Una maleta que rebosa complicidad, compañerismo y confianza. Una maleta con un nombre, una maleta llamada: AMISTAD.

Por eso te digo que nunca te libraras de nosotros, pues vayas a donde vayas siempre nos llevarás contigo, en la maleta, ahí; justo ahí, al ladito del corazón. Y en esos momentos en los que te sientas algo triste o nostálgica, tan solo tienes que abrirla un poquito e impregnarte de nosotros, mirar esos grandes momentos y sentir nuestro abrazo desde lejos.

Ahora despliega tus alas y prepárate para el vuelo. Coge carrerilla y lánzate a lo desconocido. Deja que la emoción hierva tu sangre y la curiosidad marque tus pasos al caminar. Deja a ese, tu árbol de la vida, seguir creciendo y rozando el viento llegaras más lejos. Abre bien los ojos, pues tienes un mundo por delante,  un viaje impresionante.

Eso es la vida, un eterno viaje de ir y venir, de descubrir y recordar. Un viaje lleno de personas, de miradas y de palabras. Un viaje que merece la pena explorar, aprovechar y disfrutar. Y ese largo recorrido que forman los días de tu viaje son, en realidad, la leyenda de tu vida.

Un leyenda en la que nosotros, los arrastrados; los amarillos; tus amigos; siempre vamos a escribir y garabatear. Y seguiremos dibujando mundos de fantasia donde nos disfrazaremos de unicornios y batiremos la coca-cola con una cucharilla; gritaremos a la luna y saltaremos las olas del mar; bailaremos hasta el amanecer y nos reiremos hasta desacernos; y seguiremos teniendo eternas conversaciones, de esas, que parecen nunca acabar.

A si que nunca lo olvides, contigo siempre vamos a estar.

Y ya solo nos queda añadir:

Abre los ojos y lánzate a volar.
Dedicado a nuestra amarilla, arrastrada y amiga Sara :)

sábado, 18 de junio de 2016

Familia. Hermana. Hijos.

Nacemos siendo inconscientes de que nos iremos.

Primero formaremos parte de una familia; mamá, papá, tal vez algún hermano o hermana, puede que alguna mascota, abuelos, tíos, primos…  Durante unos años, ellos son el núcleo de nuestra vida, crecemos junto a ellos y en ningún momento pensamos que algún día dejaremos el nido, maduraremos y no iremos…

Nacemos con las alas escondidas y poco a poco nos preparamos para la gran partida.

Y ahí vivías tú, en mitad de la loca vorágine de los muchos en la casa, hermanos y más hermanos, tu madre, tu padre y luego estaba, tu querida hermana; inseparables, complementarias, compañeras de secretos y cómplices de travesuras. Juntas pasasteis por grandes momentos que marcaron vuestra vida, vuestra historia; y pese a que os llevabais unos años, hasta vuestro cumpleaños se volvían especiales, pues una cumplía los años un día antes que la otra. Y según crecíais tú no te dabas cuenta de que algún día os separaríais. Una de las dos dejaría la casa de vuestra familia, una de las dos se casaría y contradictoriamente pasaría a vivir en otra casa, que a partir del momento de pisarla pasaría a ser llamada “mi casa” y esa, la  casa que tantos años habías creído tuya pasaría de un día para otro a llamarse “la casa de mis padres”.

Todo se trata de un juego de palabras no meditado, sin libro de instrucciones ni planteamiento preparativo. Una variante de posesividad, una cambiante de familiaridad.

Entonces esa, tu nueva familia, comienza a crecer, un niño llega primero y unos años más tarde el segundo. Tu familia ya está completa; marido y dos hijos ¿qué mas podías pedir? Eso sin hablar de que a lo de “crecer de la familia” también nos referimos a la parte de la familia de tu marido más las parejas de tus propios hermanos y hermana. De repente tu familia se triplica. Las navidades siempre resultan ser algo complicadas, pues antes de vivir en esta, tu nueva casa y tener tu nueva familia, solías pasar los días festivos con tus padres y hermanos pero ahora hay que decidir con quién celebrarlos…

¿Y tu hermana? Sigue estando cerca tuya. Es verdad que ya no os veis todos los días ni podéis comentar vuestro día tumbadas boca arriba en la misma cama antes de iros a dormir; pero aunque no podáis hacer eso, ambas sois conscientes de que siempre estaréis ahí la una para la otra. Por lo que tú sigues felizmente con tu vida; cuidando a tus hijos, ayudándoles a valerse por si mismos, enseñándoles lo importante de la vida… y mientras haces todo eso, la inconsciencia se vuelve a apoderar de ti. Muy en el fondo de tus pensamientos sabes que al igual que tú te fuiste en su día de aquella, la que era tu casa; ellos también se irán. Pero por muchos años que pasen, ese momento lo sigues viendo lejano y quedas envuelta en una burbuja de irrealidad hasta que un día, esa burbuja se explota sin previo aviso y te das cuenta de que tus niños, tus bebés, no son tan niños, sino que han crecido y se han convertido en unos hombre hechos y derechos, unos hombres que poco a poco van desenfundando sus alas, las van estirando y una vez que tienes la ventana abierta, salen volando por ella.

Ahora estás tú, y tu eterno marido. Tú en tu casa, con tu hermana al teléfono pegada. Tú y tus hijos formando una familia nueva en una nueva casa, una casa que ahora es de ellos. Y sin darte cuenta el tiempo pasa y de repente un día, otra noticia nueva aparece en tu vida: vas a ser abuela.

Y el ciclo sigue.

Y la vida se repite.

Naciendo para volar.

Volando para crecer.

Y volver a comenzar.


Dedicado a Mari,

esa abuela en breves momentos.

domingo, 12 de junio de 2016

Distancia. Amor. Esperanza.

Erase una vez…

Sí, como veis esta historia comienza como debe ser, de la manera tradicional. Como uno de esos empieces de los cuentos de antaño, protagonizados; la mayoría; por príncipes azules, princesas encantadas y dragones furiosos. Aunque hay que decir… que esta historia en particular no está protagonizada por ninguno de ellos, sino más bien por dos personas de carne y hueso. Pero una cosa sí que encontrareis en común con los pasados cuentos y es que según vayáis leyendo os iréis sumergiendo el la magia de las palabras. En fin, creo que es un comienzo propicio para una leyenda que merece la pena ser recordada. Y como iba diciendo…

Erase una vez, en un país muy, muy lejano, dos jóvenes que se enamoraron. Se cruzaron en el mismo lugar, en el mismo momento exacto. El destino hizo que sus miradas se cruzaran sin previo aviso, que sus ojos relampagueasen ante la electricidad que provocaron sus ojos al encontrarse. Esa carga eléctrica hizo que sus cuerpos se paralizasen provocándoles un escalofrío que les recorría todo el cuerpo y sin darse cuenta, estaban sonriendo. El mundo a su alrededor se quedó petrificado, nadie se atrevía a romper la magia del momento, ni el amor que esos dos cuerpos emanaban. El tiempo se ralentizó, al reloj le entro sueño haciendo que sus tics y sus tacs sonasen más alejados el uno del otro. Y mientras tanto, esas dos personas se desnudaban el alma.

De repente, ese momento se rompió, se astilló en millones de pedazos frágiles como el cristal que se perdieron y esparcieron por el suelo del mercado en el que se habían cruzado. Y ahora ¿Quién sería capaz de encontrarlos?

Una mano fría, firme y autoritaria agarró fuertemente el brazo de la muchacha haciendo que se le cayeran al suelo las pequeñas flores rojas que tenía en la manos.

- Vamos niña, que haces aquí parada y con esa cara de embobada. Tira para casa que ya no me quedan peniques ni para comprar calabaza – le dijo su abuelo sacándola de su ensimismamiento.

Al desviar la mirada hacia su él perdió por completo al muchacho misterioso de vista y cuando quiso recuperar esa conexión visual, no la pudo volver a encontrar por mucho que buscase desesperada alrededor de todos los puestos de verduras mientras su abuelo la arrastraba calle arriba de vuelta a su casa.

¿Habría sido una ensoñación? ¿Una mera ilusión? ¿El suspiro de un anhelo?

Lo que ella no sabía era que el chico en ningún momento la había perdido de vista, se acerco al lugar en el que se le había caído la flor; cerró los ojos y la olió. Con mucha precaución les siguió hasta llegar al hogar de ellos. Una vez allí vio como desaparecían al cruzar la puerta de madera. Justo cuando se iba a marchar oyó el abrir de un cerrojo, levanto la cabeza y vio como esos cabellos dorados bailaban al son del viento. Él se escondió, no quería que viese que la había seguido. Ella se quedó un rato mirando por la ventana, con la esperanza de volver a verle y al no encontrarle, pensó apenada, por segunda vez, que se había tratado de una visión de su imaginación pero algo en su corazón le hacia tener la esperanza de que había sido real.

Cuando ella cerró la ventana, él se guardó la flor en el bolsillo tras olerla una vez más y se marchó a hurtadillas de vuelta al mercado; pensando que por la tarde volvería y si hacía falta, llamaría a la puerta. Nada le detendría para acercarse a hablarla, no podía simplemente ignorar el brillo de su mirada, la tensión de la que su cuerpo se cargaba al verla, ni la palpitación de los fuertes latidos de su corazón. No le importaba que su barco se hiciera otra vez a la mar en dos días, si no le decía algo, siempre se arrepentiría.

Esa tarde un gran tragedia sucedió en el poblado. Un incendio se hizo protagonista de la historia emanando furiosas llamas que asomaban por las ventanas, rugiendo contra los muebles, fuego que hizo estallar el tejado de varias casas y todas las memorias de las familias que ahí habitaban. Habitantes atrapados entre el calor del color rojo y anaranjado. Humo negro llamado muerte les rodeaba. Algunos consiguieron salir a tiempo pero otros fueron convertidos en cenizas del recuerdo. Era lo malo de vivir en casas de madera, que el fuego se propagaba tan rápido como el viento difunde el polen en primavera.  Y en pocos segundos una vida entera quedaba apagada como la llama de una vela.

Y que gracia tendría esta historia si no fuese porque una de las casas derruidas por las llamas  no fuese la casa de la muchacha…

En el momento en el que él se enteró un trozo de su corazón se partió. Es verdad, no la conocía pero ¿por qué no había hablado con ella cuando había tenido oportunidad? ¿Por qué no le dijo algo cuando ella asomó sus cabellos dorados por la ventana, como si de Rapunzel se tratara? ¿Acaso nos dan miedo los finales de cuento? ¿Por qué no arriesgarse por eso por lo que nuestro corazón palpita?

Desesperado, intentó enterarse si ella había sido una de las personas que habían sobrevivido a las garras del fuego. Pero había demasiado alboroto, demasiado descontrol como para prestar atención a un simple forastero. Además ¿Qué nombre iba a decirles? No lo sabía su nombre, no sabia en verdad nada de la chica y sin embargo necesitaba descubrir que había sido de ella.

Finalmente consiguió enterarse que las dos muchachas que vivían en las casas habían sido trasladadas al hospital pero ya era demasiado tarde; su barco zarpaba en media hora.

Los brazos de la distancia separarían sus almas.
Antes de irse, se acercó a la casa apagada de vida. Y entre las cenizas dejó un pequeño cuenco que encontró lleno de agua y en él metió la flor de la pasión que les conectaba.

Por otro lado, como bien el chico consiguió costosamente averiguar; la muchacha descansaba en una cochambrosa habitación de hospital. Por suerte, ella no había sufrido más que una pequeña quemadura en el pie izquierdo. Ahora, se había quedado sola pues su abuelo había fallecido entre las cuatro paredes que formaban su vida y en verdad, puede que así es como tenía que ser, pues él siempre decía “Si he de morir, que sea entre estas cuatro paredes pues ellas me vieron nacer y crecer; formar mi familia y vivir. Estas cuatro paredes han sido siempre los oídos de mis confesiones y los silencios de mis secretos; se merecen también ser las poseedoras de mi espíritu cuando mi cuerpo y mis huesos estén cansados y aburridos.”

Sola y desamparada se había quedado ella, pues su abuelo era el único familiar que le quedaba. Su madre había muerto el día que ella nació y su padre… su padre, joven y borracho les abandonó en cuanto tuvo ocasión.

Y ahora ¿qué iba a hacer ella? No tenia nadie a quien cuidar, ni siquiera tenía un hogar que habitar. Lo único que tenía era la ilusión de volver a ver esos ojos que le habían atrapado una vez  su mirada en un mercado.

Tras unos días dándole vueltas se decidió. Estuvo investigando acerca de los forasteros que días anteriores por el poblado habían rondado. Se trataban de marineros mercantiles. Se entristeció ante la noticia pues supo que nunca le volvería a ver a no ser que al año siguiente volviesen para traer más mercancías. Y en ese momento, supo que tenía que hacer. No podía quedarse más tiempo encerrada el pueblo, a los ojos de un marinero desconocido, a su abuelo, a lo que fue su casa… Hizo la maleta con lo poco que tenía y se fue. Se fue de todo eso a lo que pertenecía, se fue a viajar, a recorrer el mundo, a crecer. Su fue pero sabiendo que volvería. Pues cada año más o menos en las mismas fechas pasaba unos días en su ciudad con la esperanza de… ya sabéis, volver a encontrarse con él.

A su vez, desde que él se había marchado, no había dejado de pensar en ni un solo momento en ella. Y pese a los años pasados, aun recordaba ese momento en el que se había escondido de sus ojos bajo la ventana.

Ambos siguieron recorriendo caminos, explorando mundos, descubriendo nuevas costas. ¿Alguna vez se volvieron a cruzar? Quien sabe, puede que los imanes de sus pieles se llamasen, se atrajesen hasta el punto de dormir el uno del otro a solo la distancia de un muro que separaba sus habitaciones del hostal. Pues la distancia es siempre difícil de medir, no se trata sólo de kilómetros, sino que se puede medir en emociones, en deseos, en coincidencias, en circunstancias. A veces estamos tan cerca pero tan lejos de las personas…

Y el tiempo siguió comiéndose las horas de su vida hasta que se hicieron mayores y los recuerdos se habían convertido en espesa bruma que entumecía sus recuerdos Ambos habían tenido una vida feliz, pero en sus corazones siempre habría una grieta no remendada, una astilla clavada.

En una de sus últimas misiones en la que los tripulantes volvían a desembarcar una vez más en este, el pueblo protagonista de nuestra historia; el ya no muchacho, se paseó una vez más por ese viejo mercado, recorriendo el mismo camino que siempre, caminaba con los ojos vueltos al pasado como tantas otras veces. Tras recorrérselo entero fue a sentarse en un banco. Un banco en el que encontró unas flores rojas, unas flores como esas que vio en las manos de una chica de cabellos de oro una vez. Los ojos se le llenaron de lagrimas mientras el olor del pasado le llegaba hasta el corazón, tantos años transcurridos…


Era una tarde fría, la niebla poco a poco se había ido apoderando de las calles. Ya no tenía nada más que hacer. Esta sería la ultima vez que volviese a la ciudad. Todo parecía llegar al final, hasta que el roce de una mano en su hombro le hizo despertar… 
Para Pablo,
nunca hagas de la distancia un obstáculo.

domingo, 5 de junio de 2016

Paz. Amor. Fraternidad-Universal.

Era un jueves por la noche. Hacía cinco minutos que había vuelto del trabajo. Estaba cansado, explotado y arto de luchar por mantener su puesto pese al poco dinero con el que le recompensaban. No había nada más. Una vez que se quedase fuera… sería casi imposible encontrar un trabajo nuevo con un mínimo de condiciones saludables, sobretodo mentalmente. Además no era exactamente joven… pasaba los cincuenta. ¿Dónde la iban a contratar?

Se desplomó en el sofá y de manera casi involuntaria encendió la tele. Él era de ese porcentaje de personas con esa manía de encender el televisor nada más llegar a sus casas, incluso antes de irse a cambiar o al baño a mear. Y según la encendió cayó en el sofá como un plomo que se hunde en el océano. Ni siquiera se había quitado el abrigo. Al entrar en la casa y saludar, su mujer le había informado de que estaba en el cuarto de baño, con su nieto, que se estaba dando un baño. Claro, era jueves, casi se le olvida;  todos los jueves de cada semana volvían a ser “padres”.

A si que él, mientras esperaba a que terminasen, zapeaba por los distintos programas basura que gobiernan la pantalla. Finalmente se decide por las noticias pero ¿para qué? Para oír cómo cada día hay más personas en el paro; cómo se mueren en las guerras los países de al lado y nosotros les damos la espalda; cómo los políticos hacen tramas manipulativas para ser los ganadores del teatro social; cómo cada día la famosa “crisis” va tragándose a locales y servicios públicos. ¿La educación? ¿Qué es la educación en comparación con el sueldo del presidente del govierno? Por no hablar de los desastres de la sanidad. ¿A quién le iba a importar la salud de la gente de a pie, cuando los ricos tienen dinero para pagarse sus lujosos hospitales privados? La paz brilla por su ausencia, el amor tal vez se esconda bajo las piedras; y es que la vanidad aterroriza a cualquiera. Y esa es otra, los actos terroristas que últimamente acorralan nuestros mundos. ¿Qué cabeza puede pensar con tanta maldad? ¿Cómo existe gente que pueda usar vidas humanas para satisfacer sus propios  beneficios? ¿Dónde está su moralidad? Religión, cultura, venganza. “Ojalá pudiésemos ser una fraternidad universal. Un mundo en el que todas las personas se respetasen, se cuidasen…”

Y mientras divagaba y se enfurecía con el mundo. Su nieto salió corriendo por el pasillo diciendo que era un avión que aterrizaría en breves momento sobre la pista del aeropuerto. Y claro estaba, la pista de aterrizaje era su abuelo. Cogiendo carrerilla se lanza, sobrevolando el aire y cayendo en los acogedores brazos de su abuelo. Se dan un abrazo que parece eterno. “Justo lo que necesitaba en estos momentos” piensa para sus adentros.

De fondo, las noticias hablan sobre la guerra en Siria, bombardeos y cientos de muertos son los protagonistas de la pantalla.

-Abuelo ¿Por qué hay guerras? Yo no quiero que la gente muera – le preguntó su nieto algo conmocionado ante las imágenes televisivas.

Al parecer ya el pequeño de la casa se iba haciendo mayor y poco a poco, día a día, descubría un poquito más de ese mundo en el que vivía.

- Pues… - comenzó diciendo él a la vez que cogía aire dando un profundo resoplido.

- Bueno, no te preocupes, no hace falta que me lo expliques. Yo ya lo se. Muchas de esas personas que matan lo hacen porque un malo se lo dice, les ordena que es lo que tiene que hacer y ellos por miedo no dicen que no; es como los villanos de las pelis de los superhéroes solo que aquí en nuestro mundo aun no ha llegado ningún superhéroe que nos pueda ayudar a vencer a todos esos malos. Y las razones por las que mandan matar… bueno eso no estoy seguro, pero creo que es porque no se ponen de acuerdo unos con otros o algo así y en vez de solucionarlo hablando usan las armas, cosa que no está nada bien. A nosotros en el cole nos enseñan lo importante que es compartir, preocuparse por los demás, ayudar. Nos enseñan que hay que ser educados, respetuitivos… respetiosos… respe…

- ...tuosos – le ayudó su abuelo.

- ¡Eso, respetuosos! Gracias. Respetar a los demás incluso cuando no tienes las mismas opiniones. Y cuando alguien en el patio te pega o te hace algo que no te agrada no hay que devolvérsela, nunca pegar, sino que hay que decirle que pare y que por favor no lo haga otra vez porque no te gusta y si te sigue sin hacer caso, se lo dices a un profe. Pero también nos enseñan a retarnos a nosotros mismos y a pedir ayuda si la necesitamos, a veces en equipo se trabaja mejor que uno solo. Creo que a muchos de vosotros, los mayores se os han olvidado toda esta clase de cosas que os enseñaron de pequeños. Tal vez si alguien estuviese ahí para recordároslo no habría tantas guerras ¿no crees?

- Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo; creo que tienes toda la razón. – le dijo a la vez que le miraba con ojos de admiración.

- Bueno pequeño, deja de darle charlas al abuelo y vamos a leer un cuento – dice la abuela que llevaba unos minutos en la habitación escuchando la conversación.

Y tras darle un beso a su abuelo, sale corriendo; bueno, mejor dicho volando cual avión para aterrizar en la cama de su habitación.

Pausadamente, él se levanta, se quita el abrigo colgándolo en el perchero. Va hacia su habitación para ponerse cómodo y a la que pasa por el pasillo oye la dulce voz de su mujer leyendo un cuento a ese pequeño genio que da lecciones morales.

Vuelve al salón pero esta vez apaga la televisión. Se envuelve en sus pensamientos hasta que su mujer se sienta a su lado sacándole de su ensimismamiento.

- ¿Qué haces aquí con la televisión apagada?

- Creo que nuestro nieto tiene razón – comienza diciendo muy serio – tal vez nosotros los adultos olvidamos lo básico de nuestro aprendizaje, creo que nos olvidamos de aquello que realmente es importante, aquello que una vez nos enseñaron, como convivir, compartir, empatizar… Nunca conseguiremos ser una fraternidad universal si no nos respetamos, si no mostramos amor por la vida ni por el ser humano. Si no hacemos nada de eso la paz siempre será nuestra utopía en vez de nuestra realidad. Tal vez debería haber un niño representante de lo esencial, un niño que cenase con el gobernador, un niño que participase en los debates políticos y fuese a jugar al golf con el presidente del estado. Tal vez deberían ser los niños los que gobernasen este planeta en el que vivimos y estoy seguro de que de esta manera el mundo sería más feliz, más sincero… Tal vez de esta manera no nos pelearíamos por trozos de tierra ni llevaríamos las banderas tatuadas en la frente. No se… no se… se que todo esto suena a locura pero… creo que con los años nos corroemos, nos manipulan hasta a los que se creen inmanipulables y algunos acaban convirtiéndonos en seres avariciosos, posesivos e “intocables” para sus ojos, mientras que otros nos vamos dejando llevar hasta quedar colgados por los hilos de una marioneta que nos balancea en el vaivén del teatro que nos toca representar.

Dicho esto,  su mujer le agarró fuertemente de la mano y sin decir nada decidieron irse a la cama. Mientras se intentaba dormir, seguía pensando en la idea del representante niño. “Desearía que a partir de mañana el mundo fuese gobernado por niños” se dijo a la vez que el sueño le vencía. Y lo que no sabía es que a la vez que formulaba su deseo una estrella fugaz cruzaría el cielo para convertir su sueño en realidad.
¿Y tú que pensarías si al levantarte mañana descubrieses que los representantes de los partidos políticos, los alcaldes, los presidentes, el gobernador y todos los altos cargos que manejan el mundo fuesen unos niños?

Para Jose Ignacio Lopez Colón,
nunca dejes de soñar con la fraternidad-universal.

jueves, 2 de junio de 2016

Amigos. Jugar. Primos.

-¡Al abordaje marineros! Daros prisa y subir a la embarcación antes de que con tanto jaleo llamemos la atención y si el pueblo se despierta… ya podéis olvidaros del bote y los tesoros recaudados.

- Sí mi Capitán – gritan los piratas entusiasmados.

- A sus órdenes Capitán Luis el Bravo de las Cosquillas – dicen otros subiendo el motín a toda prisa.

Todos se apresuraron para subir al gran barco intentando hacer el menor ruido posible, cosa bien difícil dada la gran cacharrería que llevaban metida en los bolsillos y los cientos de collares perlados que llevaban colgados de los brazos y del cuello, así como los pesado cofres llenos de monedas. Pero finalmente todos estaban abordo y el barco estaba listo para zarpar.

- ¿A dónde nos dirigimos mi Capitán?

- Pues… ahora que lo dices, aun no lo he pensado. Bueno de momento alejémonos de las cercanías del viejo pueblo Dragonil y ahora entre todos decidimos cual será nuestro siguiente destino, pero una cosa tengo clara, deberá de ser un lugar en el que podamos celebrar nuestra victoria, bebiendo zumo de naranja con ojos de rana pues hoy tenemos dinero para pagarlo ¡Aaarrrg!

- ¿Qué tal si vamos a la Isla de Algodón? – sugiere el primero de abordo sin ninguna dilación.

- Yo he oído hablar muy bien de el Islote del Aguacate Maleante – recomendó Argos el hombre perro.

- Otra opción son las tierras de las Focas Fangosas que las conocemos y sabemos que somos bienvenidos – dice el Primo Glotón.

- Bueno, eso era antes de que uno de ustedes se metiese con las focas diciendo que hasta un mono con el culo pelado era mas guapo que ellas - añade el Capitán Luis el Bravo – por lo que creo que deberíamos evitar sus tierras por un largo tiempo…

- ¿Qué os parece la Isla de Globos de Color? – pregunta el primero de abordo como su segunda opción.

- O tal vez podríamos ir a la Isla de Cavernas Pantanosas con serpientes venenosas – dice entusiasmado Ton-Tombolin.

- ¿Para que diantres íbamos a querer ir a esa horripilante Isla venenosa? ¿estás chalado? – le responde Sugar el Gruñocete.

- Pues… no se, según me han dicho hacen un exquisito zumo de limón con esencia de diente se serpiente – le contesta Ton-Tombolin algo intimidado.

- Eso yo lo probé una vez y ¡sabe repugnante! Además no has oído que a nuestro Capitán le apetece brindar con zumo de naranja con ojos de rana? – le gruñe Argos el hombre Perro.

- ¿Qué tal si jugamos a piedra, papel o tijera y el que gane elige el destino? ¿Qué le parece la idea Capitán Luis el Bravo de las Cosquillas? – sugirió el Primo Glotón al ver que así no iban a llegar a ninguna decisión.

- No sería mala idea, pues por el momento sólo estamos yendo a la deriva, esquivando estas grandes y furiosas olas. Creo que monstruo marino de los cien ojos está despierto esta noche, a si que agradecería que decidiésemos donde ir pronto. No me apetece estar mareando la perdiz y llamar la atención del 100 ojos – dice Luis el Bravo peleándose con el timón.

Así pues, Argos el hombre Perro, Ton-Tombolín, el Primo Glotón, Sugar el Gruñoncete  y el primero de abordo, escondieron una mano detrás, en la espalda, a la vez que decían “piedra, papel o tijera” sacando al terminar la mano, todas juntas formaban un circulo. Unas mostraban tijeras, otras piedras y otras papel. Y justo en el momento en el que iban a dictaminar quien era el ganador una cabeza asoma en la habitación.

- ¿Puedo jugar yo también?

- ¡No papá! Ya te lo he explicado, en mi tripulación solos son bienvenidos mis primos y mis amigos - le contestó Luis.

- Vale, vale, como quieras pero que sepáis que “piedra, papel o tijera” es sólo para dos personas, y que si os fijáis, ninguno va a ganar la partida. Sí, no me miréis a mi, mirad vuestras manos. Las tijeras van a ganar al papel, el papel a la piedra y la piedra a las tijeras. – les explicó a la vez que se lo demostraba gestualmente – pero bueno, ahí os dejo con lo vuestro; eso sí como no decidáis pronto a donde ir el monstruo de los cincuenta ojos os va a atrapar – dijo a la vez que salía por la puerta.

- ¡Son cien ojos! – gritaron todos a la vez.

- Pues mejor me lo ponéis – dijo volviendo a asomar la cabeza por el arco de la puerta – yo que vosotros iría al Peñón de las Algas de Gelatina.

En esos momentos, sonó el timbre. Hora de despedirse. Todos guardaron los piratas en la bodega del barco y este en un lado de la habitación. No hacia falta que lo desmontasen porque al día siguiente seguirían con la aventura, navegando por las arduas aguas del mar.

Cuando sus amigos y primos se fueron Luis se puso a colocar todos los muñecos en el barco, en orden y posición, mientras esperaba que le llamasen para la cena. 
- Papá, ¿Qué hay exactamente en el Peñón de las Algas de Gelatina? – preguntó Luis una vez que ya estaban sentados en la mesa para cenar – Nunca antes hemos ido a ese sitio.

-Pues mañana sí decidís ir lo descubrireis – le respondió su padre.

-¿Tú lo sabes mamá? – dijo insistentemente.

-No tengo ni idea hijo. Ya nos lo cuentas tu cuando vayas,  pero por el nombre supongo que algas y gelatina – dijo a la vez que miraba al carrito ante el berrido del pequeño bebé – creo que tu hermano se quiere apuntar a tus aventuras marinas.

- ¡Claro, cuando sea más mayor se vendrá con nosotros! Debería empezar a pensar que nombre de pirata va a llevar… - dice Luis antes de meterse una cuchara de sopa en la boca.

De postre tenían gelatina. ¡Que sorpresa! De fresa. Su favorita. Mientras Luis la engullía en su cabeza no dejaba de darle vueltas al Peñón.

- Pero es que a mi me gusta la gelatina, pero ¡odio las algas! Me da mucho asco cuando se me enrollan en los pies cuando estamos en la playa. Pero si en lugar de algas de verdad, fuesen de gelatina… tal vez esas sí me  gustarían – se decía en voz alta a si mismo.


Esa noche, después de escuchar el cuento que le había leído su papá, se quedó pensando en ese Peñón una vez más. “Sé que mi padre no estaba jugando con nosotros por lo que si no quisiéramos no tendríamos por que ir a ese Peñón. Pero bueno, si el resto de mi tripulación quiere aunque sea podríamos acercarnos y ver si nos convence. No es una mala idea… mañana el Capitán Luis el Bravo de las Cosquillas lo sugerirá.” Y se durmió, se durmió agarrado al timón de su barco, navegando por el extenso mar. ¡Aarrg!
Dedicado a mi pirata favorito,
Luis el Bravo de las Cosquillas.